martes, 27 de septiembre de 2011

pegar

TRIBUNA: MANUEL ESCUDERO
Trazos de una realidad global desconcertada
MANUEL ESCUDERO 01/09/2011

Vota Resultado  0 votos  . .Vivimos una nueva realidad global que trastoca los caminos trillados. Merece la pena describir sus rasgos -aquí se apuntan 10-, en la confianza de que, al verlos en conjunto, quede claro que más que una era de cambios estamos viviendo realmente un cambio de era.

La noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
Más que una era de cambios, estamos viviendo realmente un cambio de era

Las redes sociales son un multiplicador de la intervención de los ciudadanos en la agenda pública
Estos son algunos de estos rasgos nuevos de la realidad:

1. Los poderes públicos se están "encogiendo". Una gran parte de los problemas que experimentamos en nuestra vida diaria no pueden ser abordados aisladamente por cada país (el problema de la deuda soberana o la regulación de los mercados financieros, terrorismo global o cambio climático). Esto plantea el problema de los límites de la democracia: resulta difícil al ciudadano dar el voto a cualquier opción política, sabiendo que su capacidad para resolver problemas está más que restringida.

2. Además, durante la segunda mitad del siglo XX aprendimos que el crecimiento ilimitado del sector público no resuelve todos los problemas. Esto no significa que las políticas públicas son innecesarias. El supremo objetivo de la política (Philip Petit) es la libertad, entendida como la erradicación de todo tipo de dominación ejercida por unos individuos sobre otros. Es necesaria la intervención del Estado para ayudar a la gente a sacudirse las dominaciones que padece, pero también es necesario prevenir los abusos públicos a través de una democracia mucho más deliberativa y disputativa.

3. Mientras los poderes públicos democráticos muestran sus limitaciones, el poder de las empresas globales se ha incrementado en la última década, como resultado de la globalización, las desregulaciones y las privatizaciones. Si las empresas del Fortune 500 fueran un país (datos de 2010), serían el segundo más grande del mundo, con el equivalente a dos tercios del PNB de Estados Unidos, y el doble que Japón o China. Y esto plantea el problema de a quién rinden cuentas los nuevos poderes globales.

4. En parte como respuesta espontánea al aumento del poder de las empresas globales, ha surgido la tendencia internacional de regulación social de la empresa por parte de un número creciente de grupos afectados: la sostenibilidad, responsabilidad social corporativa, ciudadanía corporativa. Parece que las empresas comienzan a atenerse a ciertos estándares de conducta social, medioambiental y de gobernanza, haciendo entreverun nuevo papel de la empresa en el siglo XXI como institución económica con impactos positivos en la sociedad y en la arena global. Sin embargo, la tendencia no está consolidada y, además, las instituciones financieras de inversión no la han aceptado aún en su mayoría.

5. También ha cambiado un aspecto extraordinariamente importante de la fábrica social: la generación de legitimidad. La legitimidad -la licencia moral para operar- proviene de la opinión pública (Habermas). Pero en nuestros días la opinión pública no es solamente generada por los medios locales-nacionales de comunicación sino, sobre todo, por las redes sociales globales: una cantidad exponencialmente creciente de análisis, opiniones, comentarios y enlaces generados por los propios usuarios. A través de Internet y sus plataformas (Twitter, Likedin, Facebook, Google, blogs, etcétera), un número creciente de ciudadanos de a pie se han convertido en una poderosa fuente de reflexividad (Giddens), de creación rápida de estados de conciencia y de legitimidad tanto para los poderes públicos como para los privados.

6. A este hecho se le añade otra evidencia complementaria: las redes sociales se están revelando como un poderosísimo multiplicador y facilitador de la intervención masiva de los ciudadanos corrientes en la agenda pública. Los últimos seis meses nos han mostrado abundantes ejemplos: la primavera árabe, el 15-M en España, las manifestaciones masivas en Tel Aviv o los disturbios en Reino Unido y la respuesta ciudadana a los mismos.

7. Estas tendencias se han agudizado con la crisis económico-financiera de 2008. En primer lugar, las instituciones de inversión financieras globales, hedge funds, fondos de inversiones y fondos de pensiones, flanqueados por agencias privadas de calificación, han creado una situación realmente inédita: las mismas instituciones que originaron la crisis en primer lugar, que han salido indemnes y económicamente reforzadas de la misma, han puesto contra las cuerdas a instancias democráticas como Estados Unidos o Europa.

8. Las restricciones presupuestarias y el desempleo se han combinado para producir la mayor desigualdad de rentas registrada en toda nuestra vida. En España, más de un millón de familias tienen a todos sus miembros en el paro. La desigualdad de rentas en Estados Unidos es la mayor desde que el Census Bureau comenzó sus estadísticas en 1967. En ese mismo país, la renta de trabajo de los que hacen más de 50 millones al año era en 2008 de 91,2 millones de dólares, pero en 2010 pasó a la escalofriante cifra de 518,8 millones. Esos 74 estadounidenses ganaron con su renta salarial el equivalente a lo que ingresaron los 19 millones de compatriotas con peores salarios. Al mismo tiempo, las grandes empresas globales nos recuerdan cada día que están obteniendo beneficios notables a pesar de la crisis. Si otra vez consideráramos a las empresas del Fortune 500 como un país, sería uno de los países con mayor crecimiento en 2010, por delante de China o India.

9. La crisis, finalmente, ha revelado otro nuevo y determinante rasgo: un mundo multipolar en el que nuevas potencias económicas irán afirmando su voz. Esto conducirá tarde o temprano a una nueva realidad multilateral global, tanto en el plano económico como en el político. No es descabellado pensar que estamos en la antesala de un nuevo acuerdo monetario internacional, que ancle el sistema a una cesta de monedas y no solamente al dólar y que, idealmente, también termine por acordar una regulación de las instituciones financieras de inversión. Pero, cuando esto ocurra es posible que no todo nos resulte cómodo: India, China, Brasil o Rusia pudieran traer ideas y sugerencias no muy familiares para los que hasta el momento vivimos en el epicentro de la globalización.

10. Y como último rasgo inescapable, existen otras crisis, menos mencionadas, pero también determinantes. Vivimos en un planeta muy poblado (Jeffrey Sachs) en el que los cuatro pilares del crecimiento humano están sujetos a cuellos de botella crecientes: junto a la amenaza de un rápido cambio climático, existen 1.000 millones de personas con riesgo de desnutrición, 1.200 millones de personas no tienen acceso a agua potable, y 1.800 millones no tienen acceso a la electricidad... Y estas cifras no son sino el anuncio de las crisis de seguridad alimentaria, de agua y de energía que seguiremos experimentando intermitentemente en el futuro.

Ante este cambio de era caben dos posiciones intelectuales: la más natural es el desconcierto, y el sentimiento de impotencia. Pero también cabe el convencimiento de que una tarea primordial de gran significación social hoy es que los investigadores sociales, políticos y económicos se desapeguen de las creencias prevalentes y hagan un esfuerzo para ver la realidad tal y como es, con la esperanza de, al menos, acertar a hacer preguntas relevantes.

Manuel Escudero es director general de la Deusto Business School.

TRIBUNA: JORGE M. REVERTE
La democracia en riesgo
En el verano de 2007, el mercado, esa fuerza ciega de la economía sin control, reventó de un golpe. Parecía que el péndulo volvía hacia lo público, pero las cosas han ido más lejos para subordinarse al control político
JORGE M. REVERTE 01/09/2011

Vota Resultado  0 votos  . .Pasarán algunas décadas hasta que los historiadores sean capaces de analizar con tino lo que nos está sucediendo. Ya no es ninguna exageración afirmar que la crisis económica que implica al mundo más rico y desarrollado es la más destructiva e ingobernable desde la de 1929. Incluso, en algunos de los parámetros decisivos, más profunda.

La noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
La novedad es que la dureza no se aplica a las entidades financieras, sino a los Gobiernos

En España aún no hemos acabado de digerir las recetas que se nos han ido aplicando
Como ha descrito el profesor Pablo Martín Aceña en un trabajo titulado Dos crisis más una, de inminente publicación en la revista universitaria Historia y política, de la primera gran crisis del siglo XX, la de 1929, surgió el final del laissez faire que había dado todo el protagonismo a las fuerzas libres del mercado y se abrió la brillante etapa del keynesianismo, el intervencionismo estatal que permitió la construcción del Estado del bienestar en los países del centro del sistema. La socialdemocracia se impuso en Europa con una fuerza que parecía incontenible.

Ese nuevo periodo se vio bruscamente quebrado por la segunda crisis del siglo, la de 1971 y 1973, con la subida del precio del petróleo. La guerra de Vietnam, que había dejado exhausta a la economía norteamericana, fue una de las principales causas del desastre; la acumulación de poder de las economías petroleras, otra.

La ideología dominante en la economía y la política cambió, en un drástico movimiento pendular, hacia el otro lado: el liberalismo de Thatcher y Ronald Reagan adquirió el carácter de incontestable para acabar con las ineficiencias de lo público. Volvió el mercado a campar por sus respetos, y comenzó el lento declive de las políticas socialdemócratas a ambos lados del Atlántico norte.

En el verano de 2007 llegó el brusco despertar del nuevo sueño de una economía eficiente, alejada de los ciclos, en el que los políticos de casi todo el mundo sesteaban. El mercado, la fuerza ciega de los mecanismos de la economía sin control, apoyado esta vez por los mejores matemáticos, premiados incluso con galardones internacionales, que fabricaban productos complejos basados en suposiciones simples, como la del crecimiento infinito del dinero, ese mercado sofisticado conducido por hombres dotados de avidez y codicia también de características infinitas, reventó de un golpe.

Y llegó el nuevo movimiento del péndulo. A la ceguera del mercado le sucedió una aparente lucidez de lo público, que comenzó a actuar tomando lentas pero importantes decisiones que pusieran las riendas al animal desbocado. Algunos de los más reputados académicos de la economía, como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, alientan esta intervención política y abogan por la puesta en marcha de soluciones keynesianas, de las que sirvieron para salir del atolladero de 1929.

Esa era la moda aparente y ese es el momento en el que estamos. Aunque, todavía a estas horas, no seamos capaces de saber en qué va a desembocar el nuevo golpe del péndulo. Sí sabemos, en cambio, algunas cosas, que nos recuerda otro espléndido y monumental texto, Posguerra (Taurus), de Toni Judt, en cuyos muchos centenares de páginas se describen con un rigor y una amenidad fuera de lo común los vaivenes de la sociedad europea provocados por la II Guerra Mundial (en parte una secuela de la crisis de 1929) y los desplazamientos políticos y sociales que se registraron después de los desastres de 1971 y 1973.

Uno de los aspectos más novedosos, desde mi punto de vista, que se pueden percibir en la nueva situación es el de la combinación del reforzamiento de la idea de lo público y su intervencionismo con el vigor de las opciones de derechas en el plano político. Unas opciones que rechazan por sus principios liberales la regulación excesiva, pero que intervienen con dureza en la gestión de las economías... para entregárselas a los mercados.

Y la novedad fundamental es que esa dureza no se aplica solo a las entidades financieras, sino a los Gobiernos de los propios países soberanos que forman parte del núcleo duro de la democracia mundial, es decir, de Europa.

Europa, el gran sueño de la libertad, la democracia y la prosperidad basada en la justicia social, es ya una entidad cuya destrucción sería catastrófica. Un edificio que se sostiene, antes que por las instituciones políticas, aún inmaduras para un Gobierno de veras democrático, sobre la moneda, sobre el euro.

Esa naturaleza monetaria (no es solo eso, pero sí lo es fundamentalmente) de la construcción del paraíso europeo, está provocando ya algunas disfunciones que atentan contra los fundamentos democráticos y pretendidamente igualitarios del sistema.

Primero fueron Grecia, Irlanda y Portugal quienes probaron la medicina de Europa. No fueron ni convencidos por la acción de un Parlamento en el que se debatiera su política económica, ni tampoco por un Gobierno europeo dotado de legitimidad. Fueron obligados a adoptar planes severos (no digo que no justificados) sin que pudieran dar su opinión. El Banco Central Europeo, pero sobre todo los Gobiernos de países distintos, conminaron a los Gobiernos griego y portugués a poner en marcha medidas draconianas que ni siquiera tuvieron tiempo de debatir los partidos políticos que representan a sus ciudadanos. En todo caso, no se pudo debatir la sumisión o no a unas determinadas condiciones.

En España aún no acabamos de digerir la receta que se nos ha aplicado: ni más ni menos que un cambio en la Constitución sin que ningún partido (el que gobierna tampoco) haya sido consultado. Los diputados del Partido Popular y del PSOE han tenido unos días de plazo para tragar la propuesta, y votaron disciplinadamente en favor del cambio en la Constitución sin que les haya dado tiempo a recuperar el color demudado de sus rostros. El mismo candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha sido incapaz de disimular su estupor por la decisión.

¿Quién o quiénes han resuelto que las cosas sean así? En teoría, el presidente Rodríguez Zapatero y el líder de la oposición, Mariano Rajoy. Un escogido grupo de negociadores de ambos partidos ha resuelto en un tiempo récord sobre la fórmula más adecuada para eso que se llama "dar confianza a los mercados". Confianza en que seremos capaces de pagar la deuda y financiar los déficits contraídos (locamente) durante los años del entusiasmo crediticio.

En la práctica, los autores de la decisión han sido quienes mandan en realidad en Europa ahora mismo: los países más fuertes, Alemania y Francia. El BCE ha actuado en consonancia con ese poder, con esa fuerza. Por supuesto, basándose en una incómoda realidad de nuestro país, la de que hemos necesitado, como Italia, el apoyo financiero masivo para no caer en el infierno en que lo han hecho Grecia, Irlanda y, en menor medida, Portugal.

Los cambios constitucionales que están sobre el tablero político en nuestro país son muchos. La forma de Estado, la estructura federal, la relación con Euskadi, la existencia del Senado, son algunos de ellos. Y cada vez que se plantea la posible redefinición de algunos de esos asuntos, los partidos políticos mayoritarios responden con la misma razón: un cambio en la Constitución es algo muy delicado.

Pero yo creo que hay algo más delicado que eso: los procedimientos aplicados. En pocos días se va a alterar la Carta Magna porque nos lo han demandado Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. El camino está allanado para la siguiente tropelía, esté o no en la cabeza de quienes la van a poner en práctica el cometerla.

Europa no solo ha procedido a ordenar los mercados en España, a regular la actuación de nuestras entidades financieras, y a salvarnos de nuestros pecados. Europa, sin basarse en ninguna legitimidad democrática, porque no la reúnen Merkel y Sarkozy, a los que no hemos votado, nos ha impuesto un cambio constitucional.

El péndulo que parecía ir hacia lo público, hacia el control del Estado sobre la economía, ha ido más lejos de lo que esperábamos: ha ido al control político de un país democrático en función de los intereses y las leyes de los llamados mercados. Y (espero equivocarme) ha roto gran parte de las expectativas del debate electoral que se avecina, porque ha quebrado las bases del sistema.

Qué tentación la de caer en el remedo hiperbólico: Delenda est Constitutio.

Virgencita, que me equivoque.

Jorge M. Reverte es periodista y escritor.

TRIBUNA: JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN
Somos ciudadanos ¡digamos no!
JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN 01/09/2011

Vota Resultado  0 votos  . .Una Constitución democrática se asienta sobre un pilar básico: la soberanía reside en el pueblo y este se conforma por ciudadanos libres e iguales ante la ley. Lamentablemente, tenemos que acudir a estos elementales principios después de 32 años de vigencia de un texto salido de unos tiempos irrepetibles y, por ello, necesariamente mejorables para adaptarse a nuevas realidades.

La noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
El referéndum no es de izquierdas ni de derechas, es una forma de expresarnos con libertad
Somos muchos los que, desde diferentes perspectivas ideológicas, pensamos que se debe acometer una reforma constitucional. Son varios los cambios necesarios exigidos por una nueva base social en continua y acelerada evolución. Ahora bien, nadie puede dudar de la necesidad de realizarla desde la más pura adaptación a las previsiones y principios inalterables de las reglas del juego democrático. Es decir, respetando escrupulosamente el camino que debe seguir una decisión como la que se nos propone que va más allá de un simple ajuste presupuestario. La Constitución de 1978 se aprobó por referéndum y cualquier modificación sustancial que afecte a derechos fundamentales debe seguir el mismo trámite.

Hay que ser un irresponsable político para mantener que la fijación por norma constitucional de un déficit presupuestario no afecta a derechos tan fundamentales como la salud, la educación y, en definitiva, el bienestar de los ciudadanos como meta irrenunciable en una sociedad soberana, equilibrada y libre de presiones externas intolerables. Mucho más inadmisible, cuando, según los dos líderes, que se han puesto de acuerdo en medio de un perenne estado de discordia, la reforma es necesaria para ganarse la confianza de los mercados. Que yo sepa, los mercados no tienen ni alma ni cuerpo, pero nos hemos dado cuenta de que los manejan unos delincuentes que, de momento, están siendo perseguidos infructuosamente en tribunales penales de diferentes países.

Según los expertos, la crisis viene de atrás y va para largo. En pleno verano y con las Cortes Generales de vacaciones, los líderes de los dos partidos políticos con mayor representación parlamentaria han decidido, de igual modo que ordenaron quién tenía que ser el presidente del Tribunal Supremo, que la receta milagrosa para crear empleo y generar confianza en los especuladores es importar la fórmula alemana que estableció en su Constitución un límite al déficit público. Desgraciadamente, no podemos trasplantar a nuestra cruda realidad la estructura económica de una sociedad líder en patentes y en tejido industrial y con una potencia exportadora inalcanzable para nuestra crónica deficiencia creativa.